Por Manuel Bartlett Díaz
El lunes 11 los noticieros televisivos reportaron disturbios durante una manifestación del SME: imágenes alarmantes de vehículos en llamas. Fotos similares se publicaron al día siguiente; sindicalistas fueron consignados. Fijaron la imagen de una organización violenta.
El dirigente sindical declaró: los responsables fueron infiltrados y los vehículos propiedad de sus trabajadores. Se espera la averiguación. Por lo pronto, se publicaron condenas sumarias: el SME es una camarilla apoderada de cuantiosos recursos, otros demandan someter a quienes incendian sin temor a sanciones. En general, los informadores se limitaron al zafarrancho.
No se analizó que se trata de una expresión más de un conflicto social provocado por la decisión de extinguir la Compañía de Luz y Fuerza, efectuada por la noche, con violencia policiaca y militar, cerrando instalaciones y expulsando al personal sin permitirles recoger sus pertenencias. No se recordó que se lanzó súbitamente a la calle a 44 mil trabajadores especializados en suministrar electricidad a la zona más importante del país. No se recordó que de manera fulminante fueron desempleados por mandato presidencial.
Independientemente de la postura que se tenga sobre esta decisión, golpe de Estado privatizador para nosotros o imperativo de reorganización racionalizadora, como se argumentó, es imposible negarles a esos miles de trabajadores su derecho inalienable a la resistencia pacífica.